Antígona tribunal de mujeres,  la fuerza de la dignidad

Por: Felipe Chávez G.

Abril 17 de 2014

Con la dirección de Carlos Satizábal  el grupo Tramaluna parte del mito griego de Antígona,  la mujer que no podía enterrar a su hermano muerto en la guerra porque el rey de Tebas lo prohibió, como un pretexto para unir varias historias personales de las víctimas y sus familias.

Las mujeres se reúnen para hablar de sus muertos,  para velar las cicatrices que ha dejado el conflicto colombiano, la desaparición forzada,  los mal llamados falsos positivos,  las chuzadas a defensores de derechos humanos,  la persecución a los líderes populares;  en fin un grito contra el horror de la historia no oficial de los últimos treinta años en Colombia.

Más que una “obra de teatro”  Antígona es un ritual teatral,  un ejercicio casi terapéutico de sanación, fundamentalmente es un evento poético para reparar simbólicamente a las víctimas. Algunas de las actrices no “actúan de víctimas”  sino que han padecido en carne propia el conflicto, sean madres de Soacha,  sobrevivientes del genocidio de la Unión Patriótica,  líderes estudiantiles o defensoras de derechos humanos y en ese sentido las palabras y los gestos tienen la fuerza de la dignidad.

Por momentos el texto se vuelve moralizante “Ustedes viven en un mundo de cristal y no se dan cuenta de la violación de los derechos humanos en Colombia” y en otros momentos se vuelve retórico, como cuando aparecen las imágenes de los últimos dos presidentes de la república en las suelas de los zapatos, es como si la poesía decayera por la literalidad de la denuncia, como si se perdiera el carácter simbólico de los objetos y del acto mismo por las frases informativas.

No se trata de desconocer el gran valor de memoria y reparación que carga la obra y sus protagonistas, ni la valentía de la denuncia tan necesaria ante el actual proceso de diálogos de paz; se trata de reflexionar sobre otros múltiples mecanismos que tendría el teatro para desarrollar esa misma temática. Explorar las infinitas posibilidades de la metáfora, la acción dramática, en general de la síntesis que ofrece la poesía para que el texto no empiece a redundar en el lamento o en una lista de datos, fechas y nombres.

Por ejemplo contar la historia de uno solo de los personajes pero con más matices y puntos de vista, incluso el de los victimarios para hacer más complejos los relatos o usar otros recursos narrativos diferentes al monólogo autorreferencial, pues el esquema de descargos ante un tribunal empieza a parecer repetitivo.

Pero estas propuestas serían montajes diferentes que se podrían desarrollar como una saga de obras a partir de todo el material recopilado, la investigación vivencial y la urgencia de contar Antígona tribunal de mujeres.

En el conversatorio sobre la primavera teatral bogotana Fabio Rubiano decía irónicamente que “las víctimas en Colombia pudieron huir de la guerrilla, los paramilitares, las bacrim y cayeron en las garras de los teatreros”, pero en este caso un grupo de mujeres que se reconocen como víctimas, encuentran en el teatro un vehículo para hacer una propuesta de memoria y reparación simbólica con su propio cuerpo, con sus propios objetos, con su propia voz y en ese sentido, Antígona tribunal de mujeres es un montaje valiente y necesario del que podrán desprenderse otras historias con nombre propio que deberán ser contadas en la escena con esa frente en alto y esa voz femenina que no miente.