Obra: Bandoleros. Grupo: Corporación DC Arte

Una historia de bandoleros

Por: Felipe Chávez G.

Abril 14 de 2014

La Corporación Cultural DC Arte se aproxima a cumplir diez años de trabajo ininterrumpido, pero es heredera de las dos décadas de trayectoria de una de las organizaciones referentes del teatro comunitario y la cultura popular colombiana como lo fue la Fundación Kerigma, desde donde Enrique Espitia inició su indagación dramatúrgica e irradió la propuesta del teatro comunitario en el país.

Bandoleros es una puesta en escena para la calle en escenario circular que cuenta la historia de una cuadrilla de bandoleros en la época de la violencia partidista en Colombia. La cotidianidad de estos bandoleros que viven entre el hambre y la justificación ideológica para matar. Pasan por el amor y la pretensión de ser reconocidos como los más sanguinarios; dan cuenta del contexto histórico de la Colombia de mediados del siglo XX.

El color del vestuario evoca las antiguas fotografía en sepia, una estructura rodante ayuda a configurar diferentes necesidades escenográficas con un divertido juego de cuerdas y poleas. Y una serie de objetos como baúles, cascos, pistolas y utensilios de cocina brindan información sobre las escenas y aportan un tono simbólico a la propuesta plástica.

Uno de los elementos más interesantes del texto es la narración desde la voz de los “victimarios” y no desde las “víctimas”, así logra mostrar la humanidad de los bandoleros que algún día fueron campesinos, planteando la paradoja de quién es víctima y quién victimario, quién disparó primero y quien se armó para defenderse; es decir, el texto da unas puntadas a unas de las preguntas más complejas del conflicto colombiano. 

En Bandoleros se percibe la consolidación de una línea teatral que Enrique Espitia ha pulido desde montajes como La travesía de don Pablus y Amores Imposibles, en los que ha indagado sobre el texto para calle, el escenario circular y la herencia del teatro español en el teatro colombiano.

Aunque a veces los actores pierden la naturalidad de la voz campesina por la impostación teatral, en general el texto se escucha y se entiende sin necesidad de micrófonos ni amplificación y aunque hay ciertos desniveles en el tono de las actuaciones, se percibe un trabajo serio en la dirección y compromiso en la actuación.

La música en vivo con toques rancheros y norteños, refuerza el ambiente campesino de la narración, los juegos de máscaras del teatro dentro del teatro aportan dinamismo a la función y con todos los elementos la obra alcanza momentos poéticos como la conversación de dos bandoleros en el limbo, armando cuerpos a partir de pedazos de maniquíes, pidiendo permiso porque por ahí viene otro entierro y ya casi no hay lugar en esa fosa común desde la que hablan todos nuestros muertos.